En "Historia del cristianismo" (Editorial Trotta, Madrid, 2003), Manuel Sotomayor escribe:
Emperador Adriano (76-138 d.C.) |
“… el emperador Adriano (Publius Aelius Hadrianus) … no
sólo prohibió reedificar el templo judío sino que concibió y puso en ejecución
la idea de construir sobre los restos de Jerusalén una ciudad
helenística-romana, a la que llamó Aelia Capitolina en su propio honor y en
honor del Júpiter Capitolino romano. Éstas y otras razones, como su política
helenizante en general, agudos problemas sociales y abusos de los administradores
imperiales, provocaron una nueva insurrección, capitaneada esta vez por Simón
bar Kochba, poderoso e intransigente cabecilla, que infligió graves derrotas a
los romanos y llegó a dominar casi toda la nación. No obstante, la insurrección
fue sofocada en sangre a finales del año 135.
La nueva ciudad de Aelia
Capitolina borró las huellas de la antigua Jerusalén. De menor extensión que la
de Jerusalén destruida por Tito…
Si la Jerusalén judía quedó así
materialmente borrada, el cambio en la población fue todavía más radical, si
cabe. Quedó terminantemente prohibido por decreto del Senado y bajo pena de
muerte la presencia de circuncidados en Aelia Capitolina y en sus alrededores,
lo que excluía de esa zona tanto a judíos ortodoxos como a judíos seguidores de
Jesús. La colonización de la nueva ciudad se realizó con elementos étnicos no
judíos…
Se discute si pudo existir
también en la ciudad una pequeña comunidad judeo-cristiana que, en todo caso,
se mantendría al margen de toda comunión con el resto de la cristiandad.
(Páginas 191-195)
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