1º ESO

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sábado, 1 de abril de 2017

Persecución en Alejandría y edicto de Decio

Pepa Castillo, en su libro "Año 32. Constantino: emperador, no cristiano" (Ediciones del Laberinto, 2010), explica:


"La salvaje cacería de cristianos que tuvo lugar en Alejandría un año antes de la persecución de Decio, y viviendo aún Filipo el Árabe, fue una muestra de la reacción popular ante el temor, verificado un siglo después, de que el cristianismo se convirtiese en la religión del Estado y todas las demás fuesen rechazadas y abandonadas a la fuerza. Los acontecimientos comenzaron a finales del año 248 y abarcaron los primeros meses del siguiente año. Durante ese tiempo, la multitud enloquecida arremetía sin piedad contra los cristianos que se habían negado a pronunciar palabras impías o a adorar a los dioses paganos, asaltaban y destruían sus casas, a la vez que les sometían a crueles torturas: quebrantamiento de huesos a fuerza de bastonazos, lapidaciones, ojos y rostros atravesados con afiladas cañas, cuerpos arrastrados por las calles, violentas palizas, etc.; éste era el espectáculo de todos los días en una de las ciudades más famosas del Imperio meses antes del edicto con el que se inició la primera persecución de carácter sistemático y general, decretada a instancias imperiales y que por primera vez trascendía el ámbito local.


La llegada al poder de Decio en e laño 249 rompió la atmósfera de tolerancia, y el cristianismo se convirtió en un problema político y religioso. Tras su edicto se escondía, por un lado, un intento de restaurar la cohesión del Imperio a través de la unidad religiosa en torno a los dioses del panteón romano y las prácticas de la religión tradicional; por otro, estaban las demandas de los elementos más conservadores de la sociedad, temerosos de que los cristianos desempeñasen puestos de responsabilidad en la dirección del Estado, integrándose así en la maquinaria estatal y en el seno de la clase dirigente. El efímero reinado de un cristiano, Filipo el Árabe, había dado la voz de alarma y ahora se hacía necesario promulgar una medida drástica contra los seguidores de Jesús; su extinción se había convertido en necesaria para la continuidad del Imperio, ya que, como antes hemos indicado, el cristianismo era una amenaza para la "paz de los dioses". Se trataba de una guerra de religión en la que el emperador se presentaba como el defensor del paganismo y del Estado.

En la primavera de 250, Decio promulgó un edicto mediante el cual obligaba a los habitantes del Imperio, de ambos sexos y de todas las edades, a presentarse un día ante una comisión de cinco miembros para declarar haber sacrificado siempre a los dioses del Imperio y, además, probar tal afirmación haciendo en ese mismo momento una libación y un sacrificio acompañado de la ingestión de una parte del animal sacrificado. Pasado el trámite, el ciudadano recibía algo parecido a un certificado de buena conducta, y ya no volvía a ser molestado. Esta disposición no se aplicó con rigor en todo el Imperio: en Roma, por ejemplo, la medida fue impopular y los ciudadanos no colaboraron en la persecución, así que la capital no tardó en convertirse en refugio de los perseguidos; no fue ese el caso de Alejandría, Cartago o Esmirna, que colaboraron activamente en el cumplimiento del edicto. 


Pero Decio desapareció de la escena política muy pronto, en junio de 251, sin haber conseguido su objetivo: gran parte de la población pagana se mostraba indiferente e incluso simpatizaba con los cristianos; algunos gobernadores provinciales no se habían puesto a la tarea con demasiado entusiasmo y, en consecuencia, su aplicación no se generalizó a todas las provincias del Imperio. Los martirios fueron pocos y las apostasías numerosas, pero efímeras." (Páginas 33-34)

La historia se repite:

http://www.elmundo.es/internacional/2017/04/09/58e9f24622601d8f738b45c9.html

Lista Mundial de la Persecución 2017

La persecución a cristianos crece a pasos de gigante en India y Sureste Asiático

https://www.puertasabiertas.org/persecucion/listamundial/



Los Severos

Pepa Castillo, en su libro "Año 32. Constantino: emperador, no cristiano" (Ediciones del Laberinto, 2010), explica:


"Con los Severos se inauguró una época de tolerancia que revirtió en la expansión del cristianismo, que alcanzó las capas más altas de la sociedad y a la propia familia imperial, consolidó su propia jerarquía interna, con la figura del obispo a la cabeza y afianzó su culto, su liturgia y sistema de creencias. Por primera vez se toleraba y no se perseguía, ya no estaba expuestos a los caprichos de las masas populares y las autoridades, e incluso, a veces, el propio emperador. como fue el caso de Alejandro Severo, los favorecía. Sin embargo, su situación legal seguía siendo todavía ambigua, pues ni era reconocido como religión lícita ni era combatido. Esto se debía a que la hostilidad delas clases dirigentes más conservadoras y de una parte importante dela opinión pública eran serios obstáculos para su reconocimiento oficial. En definitiva, se ignoraba oficialmente el cristianismo, tolerándolo e incluso favoreciéndolo, o se combatía indirectamente." (Página 32)


miércoles, 8 de marzo de 2017

Persecuciones de Decio y Valeriano

En el libro"Año 312. Constantino: emperador, no cristiano" (Ediciones del Laberinto, 2010), la profesora Pepa Castillo escribe sobre las persecuciones:


"En estos tiempos tan difíciles, a los cristianos también les tocó sufrir lo suyo. Hubo dos grandes persecuciones, la de Decio, que duró menos de un año (250); y la de Valeriano, casi tres años (257-259). En ambos casos se promulgaron edictos que daban luz verde a las detenciones y a los procesos judiciales, garantizándose así que todas las víctimas fuesen objeto de una sentencia judicial. Pero no importaba quién fuese el emperador o los términos específicos del edicto, el delito era simplemente ser cristiano, un crimen de lesa majestad para los que pertenecían a la secta del sedicioso Jesús. Daba igual que las pretensiones mesiánicas de los seguidores de Jesús se hubiesen desvanecido una vez que el cristianismo dejó de ser una secta judía; o que la nueva religión, roto su pasado nacionalista y político, proclamase su lealtad al Imperio; la población pagana sentía por los cristianos una gran hostilidad, y también las clases dirigentes. Pero, ¿por qué?

Los cristianos eran enemigos públicos que habían desertado de la religión de sus padres, el judaísmo, habían creado una nueva religión, algo inconcebible para un pagano que rechazaba cualquier innovación en materia religiosa... los paganos no soportaban la intolerancia, la exclusividad monoteísta ni el fanatismo... Además, al rechazar la adoración de otro dios que no fuera el suyo y, por lo tanto, no participar del ritual pagano, ponían en peligro lo que los romanos llamaban la "paz de los dioses", la relación equilibrada y armoniosa entre los hombres y sus dioses, que aseguraba la estabilidad y la salvación del estado; no eran ciudadanos leales, y por esa razón se les hacía responsables de todos los infortunios que tenían lugar: "si el Tíber se desborda o el Nilo no se desborda, si hay sequía o terremoto, hambre o peste, inmediatamente se eleva el grito de ¡cristianos, a los leones!" (Tertuliano, Apol., 40.1-2). También se les atribuían todo tipo de crímenes, atrocidades y conductas disolutas, como la práctica de la antropofagia, la espermatofagia, la ingestión de sangre mentrual e incluso de fetos, la promiscuidad en los banquetes, el incesto, etc., invenciones que eran fruto de la nocturnidad y secretismo de sus ritos, así como dela participación de hombres y mujeres. De modo que la población pagana alentaba, y a menudo exigía, las persecuciones.

Esta hostilidad pagana, indiscutible en los dos primeros siglos del Imperio, fue cambiando a lo largo del siglo III." (Páginas 30-31)

En  Historia del cristianismo, (Editorial Trotta, Madrid, 2003), Ramón Teja explica:

"La situación de los cristianos en el Imperio cambió de una forma brusca e inesperada con la subida al poder del emperador Decio en el 249... el imperio se encontraba sumido en una profunda crisis política, militar y económica y Decio, un militar de rango senatorial, se propuso restaurar la unidad y la cohesión del Imperio mediante la vuelta a los viejos principios y costumbres que habían marcado la grandeza de Roma de tiempos pasados. La unidad religiosa entorno a los dioses del panteón romano y del culto imperial fue considerada un elemento fundamental de esta política y el cristianismo, que había alcanzado una gran difusión en el medio siglo anterior, representaba, a los ojos de los elementos más tradicionalistas, un obstáculo fundamental para alcanzar estos objetivos.


TRAJANO DECIO; Caius Messius Quintus Traianus Decius; Emperador de 249 d.C. a 251 d.C.; Nació en 201 d.C. en la Baja Pannonia; Murió en 251 d.C.

A comienzos del 250 Decio promulgó un edicto por el que se ordenaba a todos los habitantes del Imperio realizar un sacrificio público a los dioses y a la persona del emperador elevando plegarias por su bienestar... Probablemente lo que se pretendía era debilitar internamente el cristianismo, más que provocar una persecución formal con derramamiento de sangre.

Se planificó todo con gran meticulosidad, pues se establecía que en cada ciudad se realizasen estos ritos públicos bajo la vigilancia estrecha de las autoridades provinciales y locales. A aquellos que cumplían con este deber "cívico-religioso" se les expedía un certificado (libellum) para que o volviesen a ser molestados. Pero, como era de esperar, la norma se aplicó con un rigor muy diferente en cada lugar del Imperio en función del celo que en ello pusieron los diversos gobernadores de provincia y sus subordinados. En cualquier caso, la medida supuso una enorme confusión. En muchas ocasiones trajo consigo torturas, cárcel, destierros y, en algunos casos, la muerte, y se aplicó con más rigor a los jefes de las comunidades, obispos y presbíteros. Pero también fueron muchos los que cedieron a las amenazas cayendo en la apostasía.

La pronta desaparición de Decio (junio de 251) determinó que la persecución no se prolongase en el tiempo y los mártires fueron pocos. Pero los efectos fueron devastadores. Vuelta la calma, las iglesias se dividieron profundamente respecto a la actitud a seguir con aquellos que habían cedido o flaqueado, los llamados lapsi. Las divisiones  se acrecentaron porque la gravedad de las apostasías era muy diferente."  (Páginas 307-308)


Valeriano


"Una nueva persecución se desencadenó durante el reinado de Valeriano... La inestabilidad política era total y, una vez más, los paganos más tradicionales cayeron en la tentación de achacar las culpas a los cristianos. Las medidas de Valeriano fueron mucho más selectivas que las de Decio. Intentó acabar con a Iglesia descabezando a sus líderes y a los elementos cristianos más influyentes en la sociedad.


El primer edicto, publicado en el 257, obligaba a sacrificar a los dioses todos los clérigos cristianos y prohibía, bajo pena de muerte, la celebración de cultos. Un segundo edicto al año siguiente endurecía las penas condenando a muerte no sólo a los miembros del clero que rehusaban sacrificar, sino también a los cristianos pertenecientes al orden ecuestre y senatorial, y a trabajos forzados a los funcionarios imperiales... a los funcionarios y senadores de la corte que hubiesen accedido a ofrecer sacrificios no les eran restituidos sus bienes embargados por el fisco.


Las víctimas de esta persecución fueron mucho más numerosas que en la de Decio... también la de Valeriano fue de corta duración. En el 259 fue hecho prisionero de los reyes persas y su hijo y sucesor, Galieno, dio un giro total a la política de su padre con los cristianos." (Página 310) 



Relieve del emperador persa sasánida Sapor I (a caballo) y el humillado. 
Valeriano junto a Filipo el Árabe.
Situado en Naqsh-e Rostam