1º ESO

lunes, 5 de diciembre de 2016

2.4. 4º ESO Bloque 2: Historia de la Salvación

Siglos VI/V a.C.


Jerusalén bíblica (localizaciones probables)

Desde el regreso a Sión, Jerusalén es la capital de una pahwa persa- Yehoud, o Estado de los Judíos. Una pahwa era una subdivisión administrativa de un territorio más vasto, llamado por los griegos "satrapía". Generalmente, al frente de la satrapía estaba alguien próximo al rey, en cuanto a la pahwa era muchas veces confiada a un notable autóctono - como Zorobabel en el inicio del Regreso a Sión.



La época comprendida entre la inauguración del segundo templo en el 516 a.C. y la llegada de Esdras, medio siglo más tarde, en 458 a.C. es, sin duda, una de las páginas más oscuras de la historia de Israel. Nos llegan algunas informaciones dispersas gracias al libro de Esdras, siendo el resto, solo conjeturas.

Aparentemente, en Jerusalén, se reforzó la posición del Sumo Sacerdote en detrimento de la de Zorobabel, que desaparece bruscamente de las fuentes. Una hipótesis pretende que él había fomentado una revuelta contra el poder persa, y otra hipótesis postula que habría sido destituido de las funciones de gobernador antes de haberlo intentado. Parece, por otro lado, que el clero, cuando consolida su poder, se alía a las grandes familias que quedaron en Israel cuando la deportación babilónica -las mismas que en el momento del regreso no habían sido admitidas a participar en la reconstrucción del Templo. 

Las diferencias entre los inmigrantes y los Samaritanos se establecen así poco a poco, reconociendo estos al Templo como centro espiritual, y aquellos adoptando progresivamente la cultura y costumbres de los samaritanos. Las diferencias sociales se profundizan, principalmente, debido a la pesada carga fiscal impuesta por los gobernadores. Los desheredados envidiaban, hipotecaban sus tierras, y llegaban a vender a sus hijos como esclavos. La reconstrucción del Templo no avanzaba: el profeta Malaquías acusa a sacerdotes y levitas de despreciar la casa de Dios.

Mal 2:1  Y ahora, para vosotros, sacerdotes, es este mandamiento. 
Mal 2:2  Si no escucháis, y si no decidís de corazón dar honor a mi nombre--dice el SEÑOR de los ejércitos-- enviaré sobre vosotros maldición, y maldeciré vuestras bendiciones; y en verdad, ya las he maldecido, porque no lo habéis decidido de corazón. 
Mal 2:3  He aquí, yo reprenderé a vuestra descendencia, y os echaré estiércol a la cara, el estiércol de vuestras fiestas, y seréis llevados con él. 
Mal 2:4  Entonces sabréis que os he enviado este mandamiento para que mi pacto siga con Leví--dice el SEÑOR de los ejércitos. 
Mal 2:5  Mi pacto con él era de vida y paz, las cuales le di para que me reverenciara; y él me reverenció, y estaba lleno de temor ante mi nombre. 
Mal 2:6  La verdadera instrucción estaba en su boca, y no se hallaba iniquidad en sus labios; en paz y rectitud caminaba conmigo, y apartaba a muchos de la iniquidad. 
Mal 2:7  Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del SEÑOR de los ejércitos. 
Mal 2:8  Pero vosotros os habéis desviado del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis corrompido el pacto de Leví--dice el SEÑOR de los ejércitos. 
Mal 2:9  Por eso yo también os he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos y hacéis acepción de personas en la ley. 
Mal 2:10  ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres? 
Mal 2:11  Deslealmente ha obrado Judá, y una abominación se ha cometido en Israel y en Jerusalén; pues Judá ha profanado el santuario del SEÑOR, que El ama, y se ha casado con la hija de un dios extraño. 
Mal 2:12  Que el SEÑOR extermine de las tiendas de Jacob al hombre que hace esto (sea testigo o defensor) aunque presente una ofrenda al SEÑOR de los ejércitos. 
Mal 2:13  Y esta otra cosa hacéis: cubrís el altar del SEÑOR de lágrimas, llantos y gemidos, porque El ya no mira la ofrenda ni la acepta con agrado de vuestra mano. 
Mal 2:14  Y vosotros decís: "¿Por qué?" Porque el SEÑOR ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto. 
Mal 2:15  Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así . ¿Y qué hizo éste mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Prestad atención, pues, a vuestro espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud. 
Mal 2:16  Porque yo detesto el divorcio--dice el SEÑOR, Dios de Israel-- y al que cubre de iniquidad su vestidura--dice el SEÑOR de los ejércitos--. Prestad atención, pues, a vuestro espíritu y no seáis desleales. 
Mal 2:17  Habéis cansado al SEÑOR con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? Cuando decís: Todo el que hace mal es bueno a los ojos del SEÑOR, y en ellos El se complace; o: ¿Dónde está el Dios de la justicia? 

Y critica al pueblo, por su negligencia:
Mal 3:6  Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. 
Mal 3:7  Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis estatutos y no los habéis guardado. Volved a mí y yo volveré a vosotros--dice el SEÑOR de los ejércitos. Pero decís: "¿Cómo hemos de volver?" 
Mal 3:8  ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Pero decís: "¿En qué te hemos robado?" En los diezmos y en las ofrendas. 
Mal 3:9  Con maldición estáis malditos, porque vosotros, la nación entera, me estáis robando. 
Mal 3:10  Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto--dice el SEÑOR de los ejércitos-- si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde. 

Es sobre este telón de fondo que aparecen, a mediados del siglo V, Esdras y Nehemías. Al frente de un grupo de exiliados, Esdras "sube" a Eretz-Israel en el séptimo año del reinado de Artajerjes I Longímano, con una autorización real para someter a Jerusalén a la "Ley del Dios del cielo".

Esd 7:21  Yo, el rey Artajerjes, proclamo un decreto a todos los tesoreros que están en las provincias más allá del río, que todo lo que os pida el sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios del cielo, sea hecho puntualmente.

     Persépolis

Esdras organiza en Jerusalén siete días de lectura pública "de la Ley de Moisés":

Neh 8:5  Y abrió Esdras el libro a la vista de todo el pueblo, pues él estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso en pie. 
Neh 8:6  Entonces Esdras bendijo al SEÑOR, el gran Dios. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén, Amén!, mientras alzaban las manos; después se postraron y adoraron al SEÑOR rostro en tierra. 
Neh 8:7  También Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán, Pelaías, y los levitas, explicaban la ley al pueblo mientras el pueblo permanecía en su lugar. 
Neh 8:8  Y leyeron en el libro de la ley de Dios, traduciéndolo  y dándole el sentido para que entendieran la lectura. 

Se puede suponer que este episodio pone fin al proceso de varios siglos de elaboración del Pentateuco: la Torah asume así su forma definitiva, tal como la conocemos hoy. Enseñar la Ley de Dios, expulsar a las mujeres extranjeras, detener el inicio de aproximaciones entre Israelitas y Samaritanos- son disposiciones que Esdras toma para prevenir cualquier posibilidad de asimilación de los Judíos entre los pueblos de la región.

Es probablemente en el año 445 a.C., en el vigésimo año del reinado del mismo Artajerjes I, que llega a Jerusalén la otra gran figura del regreso, Nehemías.

Neh 2:1  Aconteció que en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo di al rey. Yo nunca había estado triste en su presencia.

Nombrado gobernador, este gran dignatario de la corte persa (era copero del rey, 1:11) está investido de la autoridad necesaria para emprender en Jerusalén reformas sociales profundas: anulación de las deudas, restitución de las tierras hipotecadas a los deudores insolventes, supresión del impuesto del gobernador. Habiendo así mejorado las condiciones económicas de los habitantes, reconstruyó las murallas de Jerusalén -operación compleja, porque fue necesario vences la oposición de los pueblos vecinos y las reticencias persas. Gracias a la autoridad que había recibido del rey y a su talento como líder de hombres, el gobernador consigue una cosa en la que todos habían fracasado antes: hace posible el progreso de la ciudad, que se vuelve, con el pasar de los años, una de las más poderosas de la región.

Finalmente, Nehemías -sin duda en colaboración con Esdras- organiza una ceremonia pública de renovación del pacto entre Dios y su pueblo. Por ese pacto firmado por los jefes, Israel se compromete...

Neh 10:28  Y el resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se han apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, todos los que tienen conocimiento y entendimiento, 
Neh 10:29  se adhieren a sus parientes, sus nobles, y toman sobre sí un voto y un juramento de andar en la ley de Dios que fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios, y de guardar y cumplir todos los mandamientos de DIOS nuestro Señor, y sus ordenanzas y sus estatutos; 
Neh 10:30  y que no daremos nuestras hijas a los pueblos de la tierra ni tomaremos sus hijas para nuestros hijos. 

Desde entonces la Torah es la única constitución en vigor en Israel; y Jerusalén el único centro judío que puede valerse de ella oficialmente.

Conclusión

Jer 31:33  porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el SEÑOR--. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 
Jer 31:34  Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: "Conoce al SEÑOR", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande--declara el SEÑOR-- pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado. 

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