1º ESO

jueves, 4 de abril de 2019

1.2. 2º Bachillerato

Principios y valores que surgen del Antiguo Testamento


Vamos a analizar distintos documentos sobre los valores más importantes presentes en el Antiguo Testamento, tal como lo explican los judíos hoy. A medida que veas los vídeos, y leas los textos, elabora una lista donde enumeres cada valor y lo que implica.


¿Cuáles son los valores judíos?

(tomado de https://es.chabad.org/library/article_cdo/aid/3247477/jewish/Cules-son-los-valores-judos.htm)

Vivimos en un mundo de 8 mil millones de personas; nuestras vidas son más largas y saludables que nunca. La tecnología, los avances médicos, el comercio global y las comunicaciones siguen empujando hacia adelante.
Pero este progreso sólo es posible gracias a los valores en común que tenemos como humanidad y sólo es bueno cuando nos ceñimos a ellos. Valoramos la medicina cuando valoramos la vida, el comercio nos beneficia cuando mantenemos nuestra palabra; la tecnología es beneficiosa sólo cuando la usamos para construir un mundo mejor, más justo y con mayores oportunidades y libertades para todos; las comunicaciones globales tienen valor sólo cuando queremos compartir nuestras ideas y colaborar con los demás.
Estos son algunos de los ejemplos de los valores judíos que contribuyen para que tengamos un mundo mejor:
A semejanza de Dios
Es un mundo muy grande y aun así no hay dos personas iguales, que piensen, se vean y vivan de la misma manera. Aun así, la Torá asegura algo muy osado: que todo ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. (Lee Génesis 1:26-27)
Niño o adulto, hombre o mujer, pobre o rico, discapacitado o no, miembro de tu pueblo o extranjero, el Autor del universo nos insufla un alma a cada uno de nosotros. Cada ser humano es, a su manera única e irremplazable, un representante del Creador dentro de su creación, lo que quiere decir que la vida de cada persona es sagrada.
Los sabios judíos enseñaron: “Quien termina con una vida, destruye el mundo entero. Quien salva una vida, salva el mundo entero”.
Esta es la única medida que podemos tener para la vida humana: cada una vale lo que el mundo.



Los derechos del individuo
Una ciudad es sitiada y el enemigo declara: “Dennos a uno de los suyos y los dejaremos en paz”.
¿Qué es lo correcto?
Los sabios judíos enseñaron que no tenemos permitido entregar la vida de ningún inocente, aun para salvar a otras vidas. ¿Por qué? Porque la Torá no nos permite dar la vida de un inocente aun cuando ello beneficie a una mayoría. (Lee Éxodo 23:7; Deuteronomio 27:25; Jeremías 7:6; 22:3)
Durante la mayor parte del siglo XX, las potencias estuvieron en disputa. No era sólo un conflicto de poder, sino de ideologías. De un lado estaban los que creían que el estado estaba por encima de los individuos: una persona podía ser desposeída de todo lo que tenía y una comunidad podía ser exterminada si era por el beneficio estatal. Del otro lado estaban aquellos que creían en el derecho de cada persona a la vida, a la justicia, a su propiedad y a decidir cómo y dónde vivir.
El experimento del siglo XX ha mostrado claramente que el camino de la Torá es, de hecho, el único que permite una sociedad viable.
Justicia social
Abraham, el padre del pueblo judío, creía tan fervientemente en la justicia que incluso puso a prueba a Dios cuando le informó que iba a destruir Sodoma y Gomorra, las dos ciudades del pecado. Abraham lo discutió: “¿Qué pasa si hay personas justas en esas ciudades? ¿Acaso no deberías salvar esas ciudades por ellos? ¿Acaso el Juez de toda la Tierra no hará justicia?”. (Lee Génesis 18:20-33)
La justicia es el trabajo de Dios: él creó el mundo y de él depende que funcione correctamente. Por eso es un gran privilegio que nos haga sus socios en esta tarea tan vital como divina.
“Justicia, justicia perseguirás”, nos manda Dios en la Torá. Y como los sabios judíos enseñaron: “El mundo perdura gracias a tres virtudes: la justicia, la verdad y la paz”. (Lee Deuteronomio 16:20; Malaquías 2:6; Romanos 14:17)
Para un judío, buscar la justicia es una manera de buscar a Dios. En la mañana de Iom Kipur, el día más sagrado del calendario, los judíos leen al profeta Isaías, quien dice lo que Dios necesita de las personas: “afloja todos los lazos que atan injustamente a los hombres, libera a los oprimidos, rompe todos los yugos. Comparte tu pan con los hambrientos, lleva a tu casa a quienes no tienen hogar, cuando veas personas desnudas, vístelas, no rechaces a las personas necesitadas”. (Lee Isaías 58:6-9)
Arreglar el mundo
¿Los humanos pueden hacer del mundo un lugar mejor?
Durante la mayor parte de la historia, las personas sabias se rieron de esta idea y muchos consideraron al mundo como un lugar oscuro y maldito. Nadie se imaginaba que pudiéramos lograr un cambio permanente. Todo es circular, decían, a veces prevalece lo bueno y, otras, lo malo.
Pero la Torá de los judíos ve el tiempo como una gran historia que se dirige a una era de paz y sabiduría en la Tierra. Cada persona tiene el deber de dejar el mundo mejor de lo que lo encontró. Con nuestras acciones, todos somos los constructores del mundo que vendrá.
Los judíos llamamos a esta idea tikún, que significa ‘arreglar’ el mundo.
Dios creó todo a partir del amor. Ama este mundo y sostiene a todas sus criaturas con amor. Nos da la posibilidad de asociarnos a él en la creación del mundo a través de la mejora y la armonización de nuestro planeta. (Lee 1ª de Juan 3:17; 4:7-16)
La tierra de Israel
Israel es la tierra del pueblo judío, prometida por Dios como una herencia eterna. Los libros sagrados de los cristianos y musulmanes acuerdan en este punto.
Pero, al mismo tiempo, Dios también dijo a los judíos que debían respetar al extranjero que vivía entre ellos. Incluso si esa persona no respetaba los rituales y no era un miembro de la tribu, el extranjero debía ser tratado con dignidad, ya que los judíos y los no judíos son igualmente responsables de cumplir con las leyes básicas que incumben a toda la humanidad. (Lee Éxodo 12:49; 20:10; 22:21; 23:9; Levítico 19:10)
En el siglo XVI, Europa se convirtió en el campo de batalla de la intolerancia religiosa. Las personas creían que aquellos que no estaban de acuerdo con sus creencias eran herejes y debían convertirse a su religión o ser asesinados. Pero cuando volvieron al camino de la Torá, aprendieron que ese no era el modo: Dios quiere que hagamos la paz con los demás y eso sólo es posible cuando aceptamos las diferencias.
Entre los judíos siempre hay distintas opiniones. A los judíos les gusta mucho discutir asuntos importantes. Por experiencia, saben que sólo mediante la diversidad de opiniones y el debate se puede llegar a la verdad. De hecho, el Talmud, uno de los textos judíos más estudiados y uno de los basamentos (junto con la Biblia) de las leyes judías, es una compilación de discusiones de los sabios.
Las personas deben respetar las leyes de sus países y aceptar que hay una autoridad final, el Autor del mundo. Pero forzar a los demás a ser iguales va en contra del plan de Dios de tener un mundo diverso y hermoso.
Monoteísmo
¿Cuál es la diferencia entre tener un Dios, muchos dioses o ninguno? ¿No podemos apoyarnos en la razón humana y en el instinto como guía para vivir en paz con los demás? La historia responde a estas preguntas con un resonante “no”. (Lee Deuteronomio 6:4)
Esto es especialmente así luego del siglo XX, cuando la nación más educada del planeta, aquella que se enorgullecían de sus avances en ciencia, cultura, filosofía y ética, cometió los crímenes más atroces contra la humanidad. Y no lo hizo por locura o revancha, sino con la razón fundamental de lo que consideraban ciencia pura. Millones de personas inocentes fueron esclavizadas o gaseadas hasta la muerte porque simplemente fueron consideradas inferiores.
La naturaleza y la razón humana no son esencialmente malas. Naturalmente los seres humanos se preocupan por los demás y se indignan con las injusticias. La razón humana ha producido mucha sabiduría, pero la mente puede ser fácilmente engañada. Cuando la moral se vuelve inconveniente, encontramos la manera de esquivarla; cuando la ética se interpone en nuestro camino, encontramos razones para cambiar las reglas del juego. Y cuando se trata de personas que están por fuera de nuestro clan, tribu o sociedad, determinamos con facilidad que no son humanos como nosotros y logramos justificarlo todo.



Por todo esto es vital que aceptemos una sola Autoridad, sobre todo en nuestra sociedad globalizada, que no sea ni humana ni elegida por los hombres y cuya palabra sea eterna e inmutable.
La paz del mundo
¿La paz es mejor que la guerra?
Aunque cueste creerlo, hace no mucho tiempo atrás las personas creían que la guerra era un mejor negocio. Era la manera en la que los hombres y las naciones demostraban su poder. Aquellos que protestaban contra la guerra solían ser considerados tontos y locos.
Pero hace más de 2600 años, los profetas judíos Isaías y Miqueas profetizaron un tiempo en el que las naciones elegirían no ir más a la guerra y el mundo se llenaría de paz. (Lee Isaías 9:6-7; 32:17-18).
De hecho, para los judíos, la paz, Shalom, no es una palabra más, sino que uno de los nombres de Dios.
Recién a partir del final de la Primera Guerra Mundial, las personas empezaron a entender que la humanidad, con su vasto arsenal de armas tecnológicas, no podía permitirse más la guerra. Luego de la Segunda Guerra Mundial, las naciones del mundo crearon una gran estructura, la Organización para las Naciones Unidas (ONU), con el objetivo de discutir la paz y no la guerra.
En una de las paredes de las oficinas de la ONU están talladas las palabras de Isaías y Miqueas: “Forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”.

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Valores en el mundo clásico

Apunta la información que consideres más relevante que ofrece el ponente:


Para contrastar los valores del Antiguo Testamento con la sociedad en la que vivieron los cristianos en los primeros siglos, analizaremos el siguiente documento, mientras tu apuntas aquellos elementos qué más te llamen la atención, y explicando por qué: