El contexto en el que vivió Jesús
Analiza el siguiente gráfico, y apunta la información más relevante que aporta:
El poder romano
Élie Barnaví, Historia Universal de los judíos, páginas 48-49.
Acueducto romano de Cesarea, siglo I a.C.
En el 63 a.C. la campaña de Pompeyo somete por primera vez el país de Judá a la influencia directa de Roma. Con excepción de breves momentos de invasiones o revueltas internas, la paz romana reinaría en Palestina durante siete siglos, hasta la conquista árabe. Durante ese largo periodo, se distinguen claramente tres fases sucesivas, tres métodos de gobierno que permitirán a los romanos ocupar el país, reduciendo progresivamente el margen de maniobra dejado a los habitantes judíos.
La primer fase se inicia con la conquista de Pompeyo. Los romanos perciben de inmediato todo lo que separa a los judíos de Eretz-Israel de sus vecinos de Siria, la nueva provincia del norte. Por eso, a pesar de las evidentes ventajas militares y administrativas, ellos nunca anexaron la primera a la segunda. Por otro lado, no consideraban útil transformar a Palestina en una provincia plena -operación complicada y muy costosa, principalmente tratándose de un país tan pequeño. Con el sólido pragmatismo que los caracteriza, optan por tanto por una vía intermedia: un Estado judío más o menos autónomo, nominalmente dirigido por un Asmoneo y amputando la mayor parte de las conquistas de los soberanos de esa dinastía -particularmente los vastos territorios anexados por Alejandro Janeu. Esta nueva división del país no se limitaba a fijar la geografía; ella decide también su fisonomía política. Poniendo cara a cara judíos y griegos re-enciende un conflicto ancestral que se irá ampliando a cada cambio que los romanos introduzcan en la administración del territorio.
Después de haber prácticamente perdido su estado, los judíos pierden también la realeza Hasmonea: al hijo de Alejandro Janeu, Hircano II, los romanos ofrecen el título de etnarca (jefe del pueblo) y de sumo sacerdote, más no sin hacerse acompañar de una familia idumea que es enteramente fiel a Roma -Antipater y sus hijos, entre los cuales está el célebre Herodes. Esta fase del poder romano termina en el año 40 a.C., cuando los Partos penetran en Judea, deponen a Hircano, que se exilia en Babilonia, e instalan en el trono a un descendiente de los Macabeos- Antígono Matatias.
El reinado de este, breve instante del renacimiento hasmoneo, constituyó apenas un entreacto sin alcance político real. En el año 37 a.C., Herodes, ya coronado en Roma por el Senado tres años antes, se apodera del país abriendo así la segunda fase del periodo romano en Palestina. Concluida en el año 6 d.C. por su hijo Arquelao, es una fase de transición, entre la autonomía, bajo los auspicios de una gran familia judía, y la administración romana directa. La tendencia es clara: el poder es cada vez más romano y menos judío. Ciertamente la casa de los Hasmoneos, bajo el reinado de Juan Hircano (134/104 a.C.). Herodes, sin lugar a dudas, atento a no herir demasiado los sentimientos de sus súbditos en todo lo que respecta a los casamientos mixtos de miembros de su casa, y tiene cuidado de mandar circuncidar a los gentiles que pretenden aliarse con la familia real. Más su realeza nunca será reconocida por su pueblo como judaica en pleno sentido histórico del término, a semejanza de la monarquía davídica. Todos sabían que Herodes debía el poder a sus lazos privilegiados con Roma. Roma que, con Augusto, amigo de Herodes, acababa justamente de instituir un nuevo régimen: el Principado.
La tercera fase es la administración romana directa, cuando los romanos comprendieron que el rey vasallo, lejos de constituir un sistema, fue un ejemplar único de soberano tirano y cruel, ciertamente eficaz más incapaz de perpetuar su linaje. Desde la muerte de Herodes, explotan tumultos en Judá. Diez años más tarde, en el año 6 d.C., su hijo Arquelao se exilia y el país se transforma en una provincia, llamada Judea. Aunque ese cambio no siempre implicara la injerencia directa de las autoridades romanas, la clase ligada al Templo -la oligarquía sacerdotal- trabajaba desde entonces bajo el control de los procuradores.
Tal vez el cambio sea más simbólico que significativo. Antes o después de la revuelta de Bar-Koseba (132-135), no se sabe exactamente, el emperador Adriano cambia el nombre de Judea por Palestina: una tentativa radical de apagar de la memoria de los hombres el lazo entre el pueblo judío y la tierra que lo vio nacer.
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